domingo, 11 de julio de 2010

Lo digo... no lo digo....


Cuando estamos frente a la pantalla de Cine o a la TV una de las cosas que más solemos disfrutar de un producto es un buen guión.
Ver a nuestros personajes favoritos recitando esos diálogos casi perfectos, con la dosis justa de ironía, crueldad, verdad y contenido...
Debemos entender que escribir un buen guión no debe ser nada fácil, tiene que contener todo lo que mencionamos antes y decir lo justo. A ninguno de nosotros nos gusta que nos ¨expliquen todo¨ como si fuésemos incapaces de sacar nuestras propias conclusiones, las escenas no deberían ser demasiado largas, ni tampoco un telegrama, lo que se dice debe tener peso dramático, continuidad, coherencia. Los guiones además, tienen que adaptarse al formato diario, semanal o cinematográfico...
Un espectador exigente no se conforma con el remanido recurso de la novela de la siesta donde la mala, sola en el living, habla en voz alta y nos recuerda que es mala, mala muy mala y que odia a la heroína por buena y tonta...
Entonces el placer está en esos diálogos donde con medida frialdad, sinceridad a prueba de balas, justa ironía y sarcasmo, con palabras duras pero precisas los personajes dicen ¨todo lo que hay que decir¨ y el interlocutor, maduro, coherente, inteligente, escucha e interioriza todo eso y hasta responde de igual manera.
Claro que siempre es importante el perfil o la psicología del personaje, no es lo mismo una frase en boca del héroe o la heroína, el villano, la madre abnegada, el sacado o el abogado en el juicio que precede al desenlace y del cual depende la vida del inocente.
En manos de un buen guionista se convertirán todas en lo que podríamos llamar situaciones perfectas...
Pero y aquí es donde me quería detener... pensamos nosotros que en la ¨vida real¨ estos libretos soñados son posibles?
Nos imaginamos esos diálogos idílicos con nuestros hijos o parejas? Donde les soltemos cuatro o cinco verdades en la cara y ellos con su mejor sonrisa nos agradezcan.
Aguantaríamos que nuestros allegados en la cena familiar nos digan esas cosas que no queremos escuchar y luego nosotros con calma y sutileza, sin dejar de lado la ironía y el toque de humor podríamos responderles?
Trato de imaginarnos a algunos de nosotros soportando de un empleado, por ejemplo, que se siente en nuestra oficina y nos enfrente con nuestros errores y defectos, y que cuando el se retire no llamemos a Recursos Humanos para que lo despida sino que lo premiemos y ante todos sus compañeros reconozcamos ¨todo lo que hizo por la empresa¨.
En los guiones muchas veces hay personajes satelitales, cómicos, con capacidades limitadas, niños, encargados de escupir en la cara de los protagonistas frases que dichas por otros merecerían reacciones que van desde un ataque de llanto hasta el golpe certero en la mandíbula. Los escucharíamos nosotros?
Quizá por todo eso es que nos regocijan tanto los guiones de cine y TV.
Quién no ha soñado con protagonizar esas escenas duras, llenas de densidad, donde parece que nada tiene remedio y que ha llegado el final y que por obra y gracia del Sr. Guionista terminan en el abrazo sincero y el llanto compartido, el apretón de manos y hasta la mas tórrida escena sexual.
Sinceramente no creo que podamos extrapolar estas situaciones a nuestra vida cotidiana en forma habitual, quizá esporádicamente nos acerquemos un poco al ¨libreto soñado¨.
Pero de última, para eso está la ficción para que podamos imaginarnos cantándole las cuarenta a un funcionario corrupto frente a un auditorio repleto de gente que nos aplaude y los obliga a reconocer sus delitos, para que finalmente nuestra familia que nos creía sin razón se sienta orgullosos de nosotros....
Entonces...lo digo...no lo digo...? No mejor que lo digan ellos!!! Si lo hacen tan bien!!!